Visite la obra maestra del impresionismo «Pastora desnuda tumbada», 1891, de Berthe Morisot en la Colección Carmen Thyssen.
Ingredientes: té blanco, melocotón, hierba luisa, rosas y aroma.
Argumento aromático
La imagen de la chica desnuda es delicada, ligera y natural. El experto que comenta la obra, nos la presenta como una ninfa. La mitología griega describe las ninfas como divinidades de la naturaleza. Por la descripción de la obra sabemos que la chica se encuentra cerca del Sena, y por este motivo la podríamos describir como una Náyade que personifica el agua dulce. Esta pastora reúne todos los atributos representativos de este tipo de deidad: juventud, belleza, jovialidad … Estos atributos los interpretamos a través del té blanco. El aroma sutil de las hojas jóvenes y los primeros brotes, surgidos en primavera y llenos de la glucosa que necesitan para su desarrollo, nos transportan a la dulzura de la juventud. En la piel de la chica podemos intuir el vello de los brotes, que les da el característico aspecto blanquecino. Y al igual que su juventud, pureza e inocencia, este té se presenta aromáticamente dulce, ligero y fresco.
La pastora permanece en una alfombra vegetal. Plantas, flores y hierba fresca la envuelven y su piel desnuda retiene la humedad del río cercano. La hierba luisa, con su aroma marcadamente cítrico nos transmite esa sensación y, sus aceites esenciales (el geraniol y el linalol) aportan (respectivamente) el aroma floral y ligeramente mentolado que nos sitúa en este entorno.
Las tonalidades rosadas del cuerpo de la pastora junto con el enrojecimiento de los labios se presentan como una rosa, por la belleza que simboliza la flor, por la salud que rezuma la chica.
El melocotón nos transmite aromas florales y dulces, casi de miel. En su estructura podemos percibir la sinuosidad y la armonía de las formas del joven cuerpo de la pastora, su piel se nos muestra como el suave terciopelo de la superficie de la fruta. El melocotón simboliza lo que es inocente e infantil. Para la cultura china simboliza la inmortalidad, como la sensación que da la juventud, de algo que no se acabará nunca.
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